“Viví diecisiete años como exiliado en mi ciudad natal” Por Amir Valle

Entrevista al periodista y escritor cubano Armando León Viera

por Amir Valle

Recordar aquellos días de fines de la década de los 70s e inicios de los 80s en que casi toda la Isla se sentaba frente a la pantalla para ver el programa por entonces más estelar de la televisión cubana, es reconocer que han pasado poco más de 30 años y saber que uno puede, con la madurez de las vivencias, observar con más objetividad esas cosas que pasaron fugazmente por nuestro lado, casi sin que nos diéramos cuenta, en esa siempre agitada vida de cuartel que es la existencia de todo cubano desde 1959.
Si, con el paso de los años, uno de aquellos jóvenes presentadores (que uno contemplaba, admirado y envidioso de la popularidad que ellos habían alcanzado) se convierte en un colega por obra y gracia de su desempeño como periodista y escritor, y si además a ese colega te unen lazos de humanísima hermandad ideológica y ética, entonces uno tiene el privilegio de ver esa realidad del pasado con otros ojos, con una experiencia enriquecida, con un mayor sentido crítico.
Armando León Viera (“Armandito el de Para Bailar”) conserva el orgullo de haber estado varios años como presentador del programa más popular de la Televisión Cubana, antes de que las telenovelas brasileñas y la revista humorístico-musical Sabadazo se convirtieran también en hitos cotidianos seguidos fielmente por millones de cubanos. Le consta, porque ha podido vivirlo, que en la historia de la Televisión Cubana existe un antes y un después de Para Bailar, pues fue un programa que demostró a realizadores y técnicos que el desarrollo no podía lograrse partiendo de cero, borrando la historia por absurdas razones políticas, pero que se adelantaría mucho si se partía de rescatar la experiencia histórica y profesionalidad demostrada, nacional e internacionalmente, por ese medio de comunicación antes del triunfo de Fidel Castro.
Armando León Viera, el periodista, sabe, porque también los vivió, muchos de los intríngulis por los cuales la programación informativa televisiva, radial y de prensa plana en Cuba es hoy una vergüenza, a pesar de la cantidad de profesionales de inmensa capacidad que cada día (desde mucho antes de aquellos años en que él trabajó, por ejemplo, en el también popular espacio televisivo Revista de la Mañana) se enfrentan a las absurdas barreras ideológicas, tecnológicas y políticas que les impone el actual gobierno cubano.
Armando León Viera, que pudo estar trabajando como diplomático luego de que se graduara en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, se alegra de que el destino lo encaminara por otros rumbos profesionales, profundamente convencido de la depauperación ética y el vedetismo y oportunismo político de la diplomacia cubana.
León Viera, su nombre literario, le ha permitido adentrarse en esas zonas de la realidad cubana que él considera agujeros vergonzosos y de ese buceo ha emergido una voz crítica que se suma a escritores como Leonardo Padura y Lorenzo Lunar Cardedo quienes, desde la novela negra, intentan responder muchas de las preguntas que los cubanos nos hacemos sobre nuestra isla.
Con ese hombre, hurgando en su experiencia de vida, conversa, desde Berlín, OtroLunes.

Si tuvieras que definir a Armando León Viera, ¿qué dirías?
Que es un humanista con una insaciable sed de conocimientos y hasta el último aliento se considerará un eterno aprendiz en las muchas aristas de la cultura humana. Es un hombre que de la educación recibida de sus padres y maestros eligió guiarse en la vida por una ética y por principios que encierran grandes valores, aunque en la sociedad donde nació y ha vivido casi toda su vida sean utilizados como instrumentos de dominación y manipulación por quienes se han aferrado al disfrute del poder. Es decir, que aunque para ellos los principios sean papel mojado y muy útiles sólo en ese sentido, para mí, sin vocación alguna de poder,  siguen constituyendo un camino ante la vida. Armando León Viera es también alguien que anda por el mundo con la frente en alto, porque siempre ha querido ser consecuente.

Cuéntanos brevemente tu paso por el periodismo cubano. ¿Cómo te iniciaste?, ¿dónde trabajaste?, etc.
Tras graduarme de la Licenciatura en Relaciones Internacionales e impedido de ejercerla, por un acto de poder de antiguos rivales políticos contra mi padre, por hechos ocurridos un año antes de que yo naciera, trabajé en el incipiente sistema turístico de los ´80, sin vocación ni perspectiva. Fue entonces que me invitaron a integrarme al colectivo de la Revista de la Mañana, el magazín informativo de la televisión cubana, como redactor y comentarista de informaciones internacionales, alternando con la conducción o presentación del espacio. Esa labor pude ejercerla paralelamente en diversas emisoras radiales y también publiqué algunos artículos y entrevistas en la prensa escrita.

Refiriéndonos a sus luces y sombras, ¿qué aprendió Armando León Viera del periodismo cubano en aquella época?
Que era una más de las herramientas para el ejercicio del poder en Cuba, porque a la esfera informativa, o más bien a la desinformación, se le confiere especial importancia en la estrategia de aquel poder. Aunque el pueblo cubano ha tenido acceso a todos los niveles de instrucción, y lee, ve cine, tiene museos y teatros a su disposición, durante las 24 horas recibe un bombardeo incesante de ideología, desde las maneras más burdas hasta las más sutiles, para conformarle una concepción del mundo que se corresponda con los intereses de la elite gobernante. Por ejemplo, para la mayoría de los ciudadanos cubanos, las bondades de la seguridad social, las manifestaciones de solidaridad humana hacia los más necesitados y la protección de los derechos ciudadanos, son obra únicamente del sistema socialista de gobierno. Eso que llaman “misiones internacionalistas” de los profesional es del sector de la salud y la educación, o del deporte y las artes, en países del denominado “tercer mundo”, es, a los ojos del ciudadano de a pie en nuestras calles, un patrimonio exclusivo de Cuba y la Venezuela Bolivariana, y acaso de los misioneros religiosos. Si nuestra ciudadanía tuviese acceso libre a la información, sabría que en el mundo millones de personas guiadas por el desinterés y la solidaridad humana, ejercen esas mismas funciones a través de las organizaciones no gubernamentales y con absoluta voluntariedad en los rincones más remotos del planeta.
También aprendí que en el periodismo cubano es más importante alinearse con el poder, subordinarse a las reglas de juego, aceptar su dictado, que esforzarse por ser un profesional capaz, culto y de una honestidad intachable. Que conste, conocí y compartí con algunos profesionales que brillarían en cualquier contexto, pero incluso ellos eran relegados por otros que en su afán de escalar dentro del sistema, priorizaban acumular méritos ideológicos antes que cultivarse culturalmente, ejercer el criterio propio y ser profesionales dignos y útiles. Algún día tendrán que enfrentar un examen de conciencia y responder ante la Historia. No querría estar en su lugar.

El periodismo que hoy leen, ven o escuchan los cubanos en la isla, ¿qué opinión te merece?
Que es vergonzoso y puede ser llamado de cualquier manera, menos periodismo. Que está totalmente condicionado desde el punto de vista ideológico, con estructuras de control y de castigo para quien ose apartarse de las reglas de juego y discrepar. Y si algún kamikaze lo intentara, hay mecanismos de probada eficacia para impedir que su mensaje llegue al gran público. Como dijo alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el triunfo pleno del censor se logra cuando el propio ciudadano ejerce la autocensura. Y yo añado que, en la mayoría de los medios de información en Cuba, por no pecar de absoluto, esa autocensura es generada por el miedo o el oportunismo.

¿Crees poder definir las raíces de ese mal que afecta al periodismo?
Sin pretender ser un especialista en la materia, apunto hacia una forma totalitaria de gobierno que prioriza sus intereses por sobre cualquier otra consideración, y que vive en el presente, manipulando el pasado, sin la más mínima preocupación por el futuro. Es la concepción de “si no estás conmigo, estás contra mí y, en ese caso, asume las consecuencias de tu osadía”.  Y el cinismo que implica esa posición se manifiesta en la ausencia de escrúpulos con que el gobierno cubano enarbola selectivamente las partes que le convienen del ideario de José Martí, el Apóstol de nuestra independencia,  obviando un llamado tan hermoso como aquel de construir una sociedad “con todos y para el bien de todos”.

¿Nada se salva? ¿Nadie se salva en ese mundo?
Será la Historia quien nos responda esa pregunta, Amir. Las palabras de Fidel Castro en el juicio al que lo sometieron por dirigir el asalto al Cuartel Moncada, en 1953, me suenan, cuando menos, irónicas, si no desafiantemente cínicas: “Condenadme, no importa, la Historia me absolverá”.

Defíneme cuál sería, aún sabiendo que no existe en ninguna sociedad, ese “periodismo ideal”.
Uno que no esté condicionado por ideología alguna, que sea respetuoso de la diversidad presente en cualquier conglomerado humano y de los más puros anhelos de las personas. Un periodismo consciente de su responsabilidad educativa en la formación de valores en los niños y niñas, que serán los ciudadanos del futuro. Un periodismo digno que deje constancia objetiva y subjetiva de la época en que se desempeñó, sin nada de qué avergonzarse al ser valorado muchos años después. Un periodismo sin exclusiones, que contribuya al mejoramiento humano.

El gran humorista y actor cubano Enrique Arredondo dijo alguna vez que su entrada y paso por la televisión le dio un vuelco absoluto a su vida personal y profesional. El habló en esa entrevista que le hizo su amiga, la actriz y presentadora Consuelo Vidal, de “alimentos y venenos”. En tu caso, ¿fue igual?
Sería muy ingrato si no admitiera que también tuve, como el Maestro Arredondo, “alimentos”. Tuve el cariño del pueblo cubano, que sabes no les escatima muestras de afecto a sus artistas, si bien yo nunca sentí que era un artista de verdad, sino un joven que tuvo el privilegio de integrar un grupo que dejó su impronta en la memoria colectiva. Aquel fue mi primer trabajo, aunque algunos no lo vieran así, con las exigencias y el sacrificio que implicaba, pues simultáneamente estudiaba una carrera con evaluaciones diarias y de mucho rigor, para las que tenía que prepararme concienzudamente, robándole horas al sueño.
Pero sabes que más adelante la vida me llevó de regreso a la televisión cubana, para ejercer el periodismo, en un Instituto Cubano de Radio y Televisión cuyos dos últimos presidentes – durante más de veinticinco años – han sido coroneles retirados. No he conocido en toda mi vida, Amir, a un militar capaz de dirigir con métodos que no sean militares, de “ordeno y mando”. ¿Un coronel dirigiendo a artistas y técnicos? Pues sí, un coronel para que cumpla y transmita órdenes de otros militares desde el Comité Central del partido, órdenes que no se discutan. La radio y la televisión cubanas se han convertido en medios estratégicamente ideológicos antes que culturales y de entretenimiento. Y en un medio así no hay espacio para el discrepante que defiende sus criterios. Yo no tenía cabida allí.

Luego de ser uno de los más queridos protagonistas de un programa que marcó un antes y un después en la historia de la Televisión Cubana: “Para Bailar”, Armando León Viera tiene una presencia bastante fugaz en la vida pública nacional y desaparece, mientras que otros de sus compañeros en aquella aventura televisiva hoy son figuras reconocidas de la actuación o la animación cubana. ¿A qué se debió esa decisión de no seguir el mismo camino de tus compañeros?
Bueno, debo partir de un hecho esencial: la mayoría de mis compañeros de “Para Bailar” habían elegido como profesión los caminos del arte, mientras yo elegí la Licenciatura en Relaciones Internacionales, que como sabes, es el nombre que se le da en Cuba a la carrera de Diplomacia. Una vez graduado, la vida trajo sus complejidades y acontecimientos y, aunque regresé a la televisión, lo hice en el área del periodismo, lo cual me condujo en cierto momento a una disyuntiva: seguir conviviendo con las reglas de juego establecidas y progresar, soslayando los principios que me han guiado, o preservar mi credibilidad personal, “jubilándome” prematuramente. A partir de entonces desaparecí de la vida pública, y se puede decir que viví diecisiete años como exiliado en mi ciudad natal, pues corté todo vínculo posible con las instituciones cubanas. Esto no si gnifica que haya optado por el silencio, pues nunca dejé de exponer mis criterios, como prueban las siete novelas que he escrito hasta hoy y que sólo conocen algunas decenas de personas, porque no es la literatura que las editoriales cubanas están dispuestas a publicar. Al precio de permanecer inédito hasta hoy, preferí decir mi verdad, que no es absoluta, pero sí la mía, en Cuba y en el presente, sin esperar por el futuro o a encontrarme a salvo, en otro contexto, para exponer mi parecer. Y te puedo asegurar responsablemente y libre de paranoia, que las autoridades cubanas sí sabían de mí, mediante sus innumerables mecanismos de control, pues de muchas maneras me lo hicieron saber. Claro está, tener eso que llaman “perfil bajo” fue mi elección, una decisión absolutamente personal.

¿Es posible, en un país totalmente controlado como Cuba, vivir fuera del juego? Cuéntame tus experiencias en ese sentido.
Así he vivido los últimos diecisiete años, sin administraciones, ni sindicato, ni partido, ni Comité de Defensa de la Revolución, negándome a votar en las llamadas “elecciones” del supuesto “Poder Popular”, lo cual no significa que escapara a su control, como ya te dije. Aislado, pero marcado y observado. Y lo más ligerito que se informaba sobre mí era mi condición de “desafecto”. Toda una oveja negra.

¿No es acaso esa postura un modo de ceder un espacio de libertad personal al totalitarismo que impera en Cuba? ¿No es parte esa postura de esa “inopia política” del pueblo cubano, de la que hablan tanto los analistas de la situación actual que impera en la isla?
Si tú lo ves así, yo no. Fue una postura de alguien que defendió su libertad personal negándose a hacerle el juego al sistema, a hacer la reverencia de aceptación, al precio de diecisiete años de aislamiento social y sueños pospuestos. ¿Dónde y cómo viven esos analistas que mencionas? No me quita el sueño lo que puedan opinar, pero respeto su derecho a opinar.

Finalmente terminaste escribiendo, y escribiendo novelas, y novelas negras.  ¿Por qué eliges la novela negra?
Porque fue un camino que llegó a mí mediante la lectura y me sedujo, pues me pareció que era el género que mejor estaba reflejando lo que ha sucedido en Cuba en los últimos cincuenta años, asumiendo quizás las responsabilidades y los riesgos que los periodistas y los historiadores han eludido. El público cubano degusta con fruición las historias policiales, sobre todo si se dan en un contexto que refleje sin edulcoraciones la realidad de la vida en el país. Y si alguna duda me cabía, fue despejada por Susana y Alberto, mis primeros lectores españoles: las historias que escribo y fabulo resultan comprensibles para un lector de otras latitudes, aún cuando considero que Cuba es única y absolutamente surrealista.

Háblame de esas novelas negras que has escrito y del tema que centra el escenario de cada una de ellas. Y dedícame un espacio especial para la que, próximamente, se publicará, por la editorial francesa equi-librio, en edición bilingüe.
Bueno, debo decirte que lo primero que escribí no fue dentro del género. Son dos novelas que constituyeron un exorcismo para las angustias derivadas de mi participación en la guerra de Angola. Aunque creo que tienen buenas tramas,  la falta de oficio impidió que las lograra desde el punto de vista literario, por lo que están engavetadas a la espera de ser reescritas.
Mis dos primeras novelas negras fueron escritas en coautoría con Carlos Dustet Jústiz, un amigo de la infancia con quien me reencontré muchos años más tarde, y que había trabajado durante un tiempo considerable en el Laboratorio Central de Criminalística de La Habana, por lo que tenía mucha experiencia en estos temas y ya se había aventurado con algún thriller. Paso ahora a sintetizarlas:
Habaneras: Un turista italiano aparece asesinado en una casa de alquiler de La Habana. Otro turista, español, y un reconocido pintor cubano, de vida licenciosa, mueren de aparentes sobredosis de la misma cocaína encontrada en la sangre del primero. La policía cubana se moviliza para encontrar respuestas y se produce un enfrentamiento de inteligencias femeninas entre Sonia, la joven oficial investigadora y Sandra, una muchacha muy peculiar que disfruta el juego del gato y el ratón, en las complejas circunstancias de La Habana de inicios del siglo XXI.
Cubanas S.A.: La investigación del asesinato y decapitación de un joven gigoló habanero conduce al equipo policial hacia las interioridades del mundo empresarial en una Cuba que apuesta al turismo como locomotora de su caótica economía. No todo es lo que parece y las bajas pasiones cobran protagonismo en una historia de trata de blancas y modos de vida muy diferentes a ambos lados del Atlántico.
Brindis: Es la primera novela negra que escribo solo y como está llamada a sacarme de la “ineditez”, tiene particular importancia para mí. Se trata de cinco personas que luego de ser víctimas, a través de los años y de diversas formas, de la maldad de cierto personaje, deciden aunar esfuerzos para cambiar sus historias personales. Las complejidades del comportamiento humano, donde no faltan la intriga ni el romance, van dando un ritmo creciente al relato, que como todo lo que he escrito, tiene a mi Habana natal con una presencia tangible. A esta novela, que inicia una tetralogía, le tengo especial cariño y mucha fe. Debo precisarte que el personaje de Mariel concreta mi idea personal de la oficial investigadora que no pude lograr en las dos anteriores, enriquecidas, pero también limitadas por la coautoría.
Jaque Mate: En esta se conjugan las historias de un escritor, un orfebre, un ex presidiario y otros personajes que permiten al lector asomarse a la Cuba de mediados de la primera década de este siglo, en que cobran forma las consecuencias de decisiones políticas tomadas veinte años antes. Hay una aproximación al tema de los compatriotas que, hastiados y desengañados, buscan su realización personal en otras latitudes y también  se aborda la proliferación de la corrupción en el MININT, una institución que se supone encarne los ideales más elevados de la revolución que vino a cambiar la historia de nuestro país desde 1959.
Derecho de admisión: Aquí se conjugan el robo de dos cuadros del edificio de arte cubano del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana y  la evolución del caso presentado en Jaque Mate, sazonado por las insólitas ejecuciones, al estilo de un escuadrón de la muerte, de tres oficiales de la Seguridad del Estado cubana. Para esta novela rescaté personajes entrañables de mis anteriores libros y considero que la trama ganó en complejidad, además de permitirle al lector un acercamiento mayor al contexto sociopolítico de la Cuba contemporánea.
En la actualidad escribo la novela que debe poner fin a esta tetralogía, con el nombre provisional de Cicatrices. Si bien mis circunstancias personales han atentado contra la escritura, te confieso que he disfrutado mucho lo que hasta ahora he avanzado, y como escritor experimentado sabes que ese es un buen signo. Espero poder concretar cuanto promete esta, mi octava novela.

Armando León Viera

(La Habana, 1962). Graduado en la Licenciatura en Relaciones Internacionales, en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, en 1984. Desde el 10 de junio de 1978 hasta el 31 de diciembre de 1982, fue presentador del programa de participación Para Bailar, que durante todo ese período encabezó las encuestas de teleaudiencia de la Televisión Cubana. Desde septiembre de 1988 hasta diciembre de 1992 trabajó como periodista, presentador y comentarista de los Servicios Informativos de la Televisión Cubana. Ha escrito las novelas Cualquier tiempo pasado y Pero sueño con árboles (1996-2000), así como Habaneras (2001) y Cubanas S.A. (2003), ambas en coautoría con Carlos Dustet Jústiz. La primera de ellas resultó finalista en el concurso de la Editorial Oriente en 2005. También ha escrito las novelas Brindis (2004), finalista en el concurso de la Editorial Plaza Mayor, de Puerto Rico, en 2006, así como Jaque Mate (2005) y Derecho de admisión (2007)La editorial francesa equi-librio publicará próximamente, en edición bilingüe, su novela Brindis.

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